Se me hace raro sentarme aquí delante de la niebla del papel vacío. No parece que lo haya hecho cientos de veces. He intentado recordar la primera vez que lo hice. ¿Sería en el ordenador de mi hermano o en mi máquina de escribir eléctrica? Ni idea, recuerdo guardar una historia que escribí en un disquete.
Pero eso no lo publicaba, así que esta sensación sería más de la época del fotolog. El siguiente blog, que tuve desde el 2013 hasta la pandemia, se me hizo más sencillo. Ahí ponía lo que me daba la gana, no llevaba ni mi nombre ni mi imagen y ese anonimato te da más libertad. Esta idea no es más que una nueva versión adaptada a lo que necesito ahora.
Me sorprende que me sorprenda esta nueva sensación, porque no es nueva. Podría teorizar sobre la relación de todo esto con el síndrome del impostor (impostora en este caso), pero hoy prefiero centrarme en algo más sencillo: abandonar la vergüenza.
La vergüenza tiene un propósito pero a veces molesta más que ayuda. Además se lleva genial con el perfeccionismo y a mí con esto me pasa algo parecido a lo anterior. Como nada es inmejorable, nada es perfecto. Entonces no vale la pena hacer o mostrar nada mientras no se logre esa perfección. ¿Ves por dónde estoy yendo? Pues vamos a salir de ahí.
Últimamente tengo un lema que me repito como un loro para actuar en consecuencia. “Mejor hecho que perfecto.” Creo que se lo leí a Marcos Vázquez en alguna publicación, si no le conoces y te interesa la salud y la belleza: recomendadísimo.
Desde que me repito esa idea hago un montón de cosas mal, regular, bien y alguna genial. Yo misma a la mayoría no les daría ni un aprobado, pero las hago. Y aquí pasan varias cosas:
1. Cada vez que hago algo mejorable estoy ganando práctica y experiencia, que vienen genial para hacer las cosas mejor. Es normal porque estoy aprendiendo a hacerlo y los aprendizajes son así.
2. Cada vez que hago algo, estoy haciendo ese algo. Sé que parece obvio, pero hacer algo suele salirme mejor que no hacer nada. Por ejemplo, si no escribo nada porque ninguna idea me parece suficientemente buena, no escribo nada y nunca podré comprobar qué ideas me terminan gustando y cuáles no. O imaginemos que tengo que sacar la basura y me da pereza, hay algunas cosas que para hacerlas bien basta con hacerlas.
3. Tarde o temprano me sale algo bien o incluso muy bien. Y eso mola.
Así que te animo a que dejes la vergüenza echándose una siesta y hagas algo que te guste aunque no salga perfecto. Como este texto: no es perfecto, tampoco importa. Lo importante es que está hecho y es suficientemente aceptable como para que lo haya publicado y tú lo hayas leído hasta el final.
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